2- Cuestionar todo lo difícil.
No cuestiones lo bueno: “Es muy difícil”, “Y nadie lo hizo aún, “Estoy vieja”, “Gorda”, “Es que soy nuevita y no conozco la Biblia”, “A mí nadie me amó y no valgo nada”.
Lo que todos piensan de algo crea una atmósfera; no te metas en la atmósfera y cuestioná todo; no te dejes contaminar por la atmósfera de lo que la gente habla.
-Goliat durante cuarenta días dijo: “Vengan que los mataré.” Todo el pueblo estaba contaminado por lo que Goliat decía y se creó una atmósfera de miedo, de que era difícil enfrentar al gigante. Pero David no estaba contaminado por esa atmósfera y, cuando lo escuchó, reaccionó a su provocación.
-Cuando Jesús fue a sanar a la hija de Jairo, estaban todos llorando en la habitación y los sacó afuera, para que no contaminaran la atmósfera del milagro que iba a hacer.
Todo es posible para el que cree.
Cuestioná lo difícil, y si otro lo logró también podrás lograrlo y, si otro no lo alcanzó, podrás sentar un capítulo en la historia de tu vida.
Salir de la atmósfera y cuestionar lo que me han dicho (y me digo) que es difícil.
Cuando los españoles llegaron a colonizar América dijeron que soñar era ambición, por eso heredamos una religión que no sueña y cuando alguien tiene metas dice: “¡Qué es ambicioso!” Cuando alguien quiere ganar más, multiplicarse, dice: “¿Dónde está la humildad? ¿Por qué no das gracias a Dios por lo que tenés? Sos ambicioso y eso es pecado.”
¿Para qué Dios nos dio la cabeza y las promesas?
Las promesas son lo que vendrá y ya está establecido de que serán más grandes que la gloria de hoy.
Lo que no crece, se estanca y no produce, tiene que ser cuestionado.
Cuestioná lo que no da resultado, los ritos, las oraciones sin sentido.
Por ejemplo: “Estoy orando hace cuarenta años” (¿Cuarenta años y todavía Dios no respondió?) “No importa, pero seguiré orando.”
¡Cambiá la manera de orar!
Nosotros creemos en la oración, pero no en ese tipo de oraciones.
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